por Sherif Awad
-Nací en Cuba. Mi familia siempre fue una mezcla entre intelectuales donde habían artistas de artes plásticas y también poetas, y por otra parte, campesinos, marcados por el trabajo y la perseverancia. De hecho conservo un libro de Modesto González Sedeño, llamado “La vida pública y secreta de Ercarnación de Varona”, del Centro de Investigación y Desarrollo de La Cultura cubana Juan Marinello, y dedicado a mi tataratatarabuela, ella, Encarnación de Varona. Mi casa tenía una librería tan grande que no cabían los libros en ella. Se amontonaban en cualquier rincón. Mi hermana gemela y yo siempre tuvimos interés por lo artístico. Ella dibujaba desde muy pequeña y sus libretas de colegio las tenía llenas de garabatos y de dibujos salidos de su imaginación. Recuerdo que más de una vez le regañaron por ello. A mi siempre me gustó escribir, de hecho tengo un libro de poemas que nunca ha sido publicado, relatos, cuentos y teatro. Creo que mi interés por el cine y la interpretación siempre estuvo ahí, y fui cultivando la idea de ser actriz poco a poco. Al pasar los años me doy cuenta cuánto hizo mi abuela sin darse cuenta para que yo me decidiera. Me recitaba y me cantaba todas las tardes, sentada en su balance viendo la vida correr a través de la puerta, abierta de par en par. Recuerdo un día que me dijo que ella hubiese querido ser actriz pero que mi abuelo nunca estuvo de acuerdo. Es una frase que nunca olvidaré.
-Desde pequeña. Participaba en las actividades culturales del colegio. Cuando ningún niño se atrevía a recitar poemas de José Martí frente a más de 300 personas ahí estaba yo, con un poema aprendido y luchando contra el miedo escénico para poder salir a recitar, a emocionarme con plena libertad. Creo que el arte siempre fue para mí un medio de poder expresarme de una manera diferente a como la mayoría lo hacía. Un día me dí cuenta que canalizaba mis inquietudes y mis frustraciones a través del arte. Ello me reconfortaba en gran manera, era un desafío y un alivio a la vez.
-Las películas que veía de muy niña eran las que siempre mi abuela veía. Me decía: “¿Vemos una película?” y yo enseguida me disponía con ella a acomodarme en unos sillones de hierro frente a una pequeña televisión en blanco y negro. Películas de Luis García Berlanga, Luis Buñuel, Fernando Fernán Gómez, entre otros. A mi abuela le encantaba Sara Montiel. El primer libro que me leí de teatro me lo dio mi profesor de física, yo era una de sus alumnas más destacadas en esta asignatura, de hecho asistía a concursos nacionales, pero debió ver algo en mí. Un día apareció con “Un tranvía llamado deseo” de Tennessee Williams y me dijo: “Ya me dirás qué te parece”. El era de esos profesores que escribía con letras en rojo y en grande “todo el mundo no puede ser artista, alguien tiene que aplaudir. Tuvo problemas en el colegio por su ímpetu revolucionario, es curioso, porque pertenecíamos a un país revolucionario. Creo que el hecho de poder expresar las ideas y protestar aquello que en realidad no podías hacer normalmente fuera de lo artístico me enamoró desde el primer día. Isadora Duncan fue mi modelo de artista, su empeño, sacrificio por el arte y su papel en la renovación de las formas es digno de admirar.
-Uno no aprende a ser artista. Creo firmemente que uno nace siendo artista o no. Lo que sí se aprende es a comunicar ese “algo” que quieres expresar, a moldear, a encontrar una dirección, un propósito. También creo firmemente en que hay que estudiar, y mucho, hay que estudiar sobre todo a través de la lectura de libros de textos, teatro, técnicas, investigación teatral, historia, etc. Creo que un artista debe estar cultivado sobre las artes, y me refiero a todas las artes. Debe tener la posibilidad del ensayo y error, debe experimentar, reinventarse, probar, desechar, todo lo que esté a su alcance para encontrar su propio estilo y conocerse a sí mismo. Y para ello hay que tener la cabeza llena de conocimientos. Por otra parte, creo en el aprendizaje de la vida. Un actor, por ejemplo, en mi opinión, mientras más vivencias tenga mejor conectará con ese carácter que debe interpretar, la empatía por ese carácter, y fíjate que no digo personaje. Se dará con más organicidad si se puede llamar de esta manera, es decir, de una forma más orgánica. La imaginación y las imágenes que surgen de ella es para mí la clave de poder interpretar de una manera más orgánica. Trabajar por y para el otro, no por y para sí mismo.
-No, no me interesa el estrellato. Me interesa poder vivir de esta profesión, que como ya sabes es muy dura. Vivir de ella no implica hacerse rico ni alcanzar la fama. Vivir de ella significa, para mí, no tener que hacer otra cosa cuando lo único que realmente me gusta hacer es esto.
-Bueno, este es un tema largo y tendido. Pero sí, hay desafíos, creo que siempre los ha habido. Sin ir más lejos y refiriéndonos al cine, es sabido por todos que muchas directoras necesitan más visibilidad y mucho más reconocimiento para que les concedan tareas que desde tiempos remotos se les concede a los hombres sin vacilar. Tengo amigas directoras de fotografía que le han dicho: “cuidado con el equipo, no se te caiga que vale mucho”, una frase que normalmente no la dirías a un hombre por ser más fuerte físicamente. Hay muchas historias, pero no quiero repetirlas porque mucha gente comprometida las conoce, y quiero pensar que somos la mayoría. También es un hecho indiscutible que existen mucho más papeles masculinos “ricos” de interpretar. Si ves 50 película te das cuenta de que, a no ser que trate sobre la mujer o sea de Isabel Coixet o de Spielberg con su película “El color púrpura” y otras más, la mayoría está compuesta por personajes masculinos. ¿Qué actriz no ha querido interpretar un Hamlet o un Segismundo?. Pero mi visión es positiva, todavía quedan versiones y obras teatrales de Lorca, Stranberg, Ibsen y Tennessee Williams que podemos las interpretar mujeres. Eso sin contar con los guionistas y dramaturgos actuales que escribirán mucho sobre nosotras. Pero después de todo esto, creo que el desafío mayor es tener que ser joven y guapa para tener una oportunidad dentro de la industria más deseada, el cine.
-Voy a hablar de España, porque de Cuba estoy un poco desconectada, aunque sí mencionar que desde la película “Juan de los muertos” la industria ha dado otro paso hacia delante. Por supuesto, películas como “Memorias del subdesarrollo” o “La muerte de un burócrata” serán para mí siempre insuperables, con respeto a todos los directores contemporáneos. En España hay propuestas muy interesantes, tanto teatrales como cinematográficas, pero creo que todavía necesita un empujón hacia el arte más comprometido e incluso más performance, donde varios elementos de las artes y campos diversos se pongan en juego. Creo también que la industria ha de apostar por nuevas caras. Hay montones de actores, directores y guionistas que necesitan la oportunidad, y que tienen mucho talento. Incluso la oportunidad de ser programados en Festivales y en Salas teatrales más emblemáticos.
-Me entrego de a lleno. Creo en el proyecto, incluso antes de que me entreguen el guión. Pienso que el actor siempre encontrará un modo de hacerlo suyo, siempre hay un punto de conexión con el guión y la propuesta. Lo que deseamos siempre es que nos toque un equipo valioso, lo cual no quiere decir conocido por todos. Un equipo comprometido y que se deje la piel como estás dispuesto a hacerlo tú. Que tenga un propósito tanto social como artístico concreto.
-Es difícil, todos los trabajos pasados para mí son un logro. Pero podría decir que un monólogo donde interpretaba 5 personajes “El último amor del príncipe Guenyi”, textos de la escritora Margaritte Yourcenar y adaptación de Marcial Lorenzo Escudero, quién fue el director al mismo tiempo. Significó un antes y un después en mi carrera. En principio esquivé la propuesta, era muy joven y no me veía capaz, pero el apoyo que recibí del director me hizo ver una manera de intentarlo: Si él creía que era capaz por qué no iba a intentarlo yo. Al final me trajo muchas alegrías, premios y reconocimiento dentro de la profesión. Entonces, comencé a confiar un poco más en mi trabajo.
-Tiene que ver con algo que antes mencioné. Creo que el casting por lo general es para pocos. Si tienes un buen representante podrías tener un casting que vale la pena, y un casting que vale la pena para mí es un casting que merece una preparación a fondo de una separata y del carácter que te asignen, no un simple casting de publicidad. Que aunque los respeto no es lo que busca realmente un actor que quiere dedicarse a esta profesión. Existen pocos directores de castings que buscan caras nuevas, está el caso de Leyra y Serrano, pero ellas son solo dos entre tantos. Es difícil enterarte de un casting, y si te enteras es casi una odisea que te visionen sin tener una cita a través de un representante. Creo que debía regirse un poco más por el mérito.
-Sí, hay muchas películas y obras teatrales que pueden competir con lo que se está viendo en otros países. Aunque creo que todavía se puede apostar por temas más sociales y existenciales. Cuando pienso en películas como Tyrannosaur, interpretada por Peter Mullan, en Trainspotting o Short Cuts, me doy cuenta de que echo de menos temas que pueden tratarse en nuestra industria. No digo que los temas que se tratan no sean igual de válidos, pero a veces en mi opinión no son trascendentales, aunque reconozco que soy muchas veces insoportablemente exigente.
-Tengo un proyecto teatral que recoge obras y autores de generaciones pasadas, digamos obras clásicas y otras que deberían considerarse también clásicas, si aún no se piensa en ellas como tal. Como pueden ser obras de Valle-Inclán, por ejemplo. Son obras que se han llevado a la escena muchas veces, pero lo particular de este proyecto es que está dirigido a los más jóvenes. Me da mucha rabia que la generación de ahora no conozca la literatura y el teatro como los conocíamos antes. Yo recuerdo que a los 17 años ya conocía muchas de ellas, de hecho conocía a Aretha Franklin, a Édith Piaf, a Joe Cocker, en lo referente a la música. No creo que el arte ha de responder a los gustos de una u otra generación, a una u otra sociedad, a una u otra cultura, creo que ha de imponerse ante el mal gusto y lo superfluo. Soy de las que valoro muchísimo la inteligencia del espectador, no creo en la frase muchas veces oída: “pero eso no lo van a entender”. Apuesto sinceramente por la imaginación y la manera de interpretar que tiene el ser humano, confío plenamente en el hecho de dar a conocer visualmente y artísticamente otras formas, hasta entonces desconocidas por el espectador. Creo en la sacudida artística e intelectual que puede llevar implícita cualquier propuesta artística válida. Creo en el redescubrimiento del buen arte con un propósito concreto y constructivo. Creo en que se puede despertar la consciencia a través del arte. He tenido que abrir una Compañía teatral, Kachumbambé Teatro, para poder llevar a cabo obras en las que apuesto y proyectos en los que creo. No puedo esperar a tener un buen representante, ni a un buen amigo que me conecte con alguien para poder actuar y desarrollar mi carrera. El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, como dice la canción. En un futuro me veo haciendo espectáculos que recojan varias artes. En un escenario donde pueda pasar de todo y que el espectador se vaya reflexionando sobre lo que ha visto. Que de camino a casa intente, sin poder evitarlo, colocar esas emociones dentro de su encéfalo, y que sienta placer al hacerlo. Que saque sus propias conclusiones, que se conozca un poco más y que decida ser mejor persona.